Cuenta la
leyenda que había un pozo que guardaba corazones desgarrados
un
duende los aventaba hasta el fondo
entre ellos
buscaban agujas e hilos para remendarse
uno al otro,
se contaban
historias tristes
siempre
encontraban un corazón más destrozado
y lo
lloraban y veían que sus propias heridas no eran las peores
siempre
veían otras más dolorosas
y uno cosía
al otro
el que no
lograba pegarse terminaba desangrado
y su sangre
oscurecida con melcocha ayudaba como amalgama a pegar otros huecos
los que
finalmente sanaban salían saltando a buscar el pecho que había quedado vacío
algunos se
olvidaban que un corazón remendado no es como uno nuevo
y de tanto
saltar volvían a romperse, justo de la misma herida
el
duendecillo los aventaba con menos precaución
sin importarle que se lastimaran más
pero bueno, les decía, no aprendieron la lección;
afortunadamente
las hadas buenas del bosque cuidan a los que invariablemente se abren de nuevo
y entienden que son corazones nobles
que si se
abren de nuevo no es por sabios, sino por humanos y extremos.